jueves, 8 de diciembre de 2011

Oración por los bebés que están por nacer


Tú que cuando estabas en el vientre de María con Tu compañía la ayudaste a comprender.

Tú que ibas creciendo y con amor te cobijabas pidiéndole a Dios Padre nuestra fe fortalecer.

Tú que cuando fueron a ayudarla a Isabel, Juan reconocía Tu divinidad de Rey.

Tú, abre estos ojos, haz que puedan comprender.
María ya sabia que Tú un día partirías y que Ella aceptaría con amor Tu voluntad, por eso mientras pudo tenerte dentro de Ella gozaba Tu presencia exenta de ansiedad.

Que sea Tu vida chiquita la que enseñe a perdonar, que sea Tu vida pequeña la que cuide a las demás, que todos los “ por nacer” hallen en Tu querer refugio, amor y ternura.

Haz que te puedan ver.

Jesús, hijo y hermano, Jesús, Padre y Amor,
Jesús, danos la mano, Jesús, borra el dolor.

Jesús, Dios encarnado,
Jesús, Dios y hermano,
Jesús por nacer.
Jesús con María,
Jesús peregrino,
Jesús de la Vida,
Jesús salvación,
Jesús Dios y humano,
salva a los hermanos,
que están por nacer.

Amén

domingo, 20 de noviembre de 2011

No es Dios de muertos, sino de vivos

"El cuerpo es precioso a los ojos de Dios, es lo más amado entre todas sus obras, por lo que es natural que quiera salvarlo. Nosotros llamaríamos «obrero de lo inútil» al que construyera una casa para derruirla seguidamente o para dejarla que se estropeara. De la misma manera, ¿no reprocharíamos a Dios que creara un cuerpo inútilmente?. Pero no, el Inmortal no es así. En verdad, Dios ha llamado al cuerpo a renacer y le ha prometido la vida eterna.
Porque la buena noticia de la salvación del hombre incumbe también al cuerpo. En efecto, ¿qué es el hombre sino un ser viviente dotado de inteligencia, compuesto por alma y cuerpo? ¿Acaso constituye el alma por sí sola al hombre? ¿Se llama «hombre» al solo cuerpo? Si, pues, ninguno de estos dos elementos es por sí solo el hombre, es porque el hombre está formado por la unión de los dos elementos. Es a este hombre total al que Dios ha llamado a la vida y a la resurrección, y no tan sólo a una parte. ¿No sería, pues, absurdo, ya que existen los dos aspectos en la misma realidad, que uno se salve y otro no?"
San Justino
Era samaritano de origen, convertido a la fe, abre una escuela en Roma; escribe en defensa del cristianismo y muere mártir (+ 163)

martes, 4 de octubre de 2011

Hasta que la muerte os separe ¿realmente?

Aportando más ideas al desarrollo de uno de los objetos de este blog: el matrimonio para siempre; traigo una reflexión de la wiki de Aciprensa que os invito a visitar.
Hablando -cómo no- del Cielo dice lo siguiente:

(4) Los teólogos distinguen el objeto primario y secundario de la visión beatífica. El objeto primario es Dios mismo tal como es. El bendito ve la Esencia Divina por intuición directa y, por la absoluta simplicidad de Dios, ellos necesariamente ven todas Sus perfecciones y las tres Personas de la Trinidad. [...] Las cosas finitas no son necesariamente vistas por los benditos, aunque sean un objeto actual de la voluntad de Dios. Mucho menos son ellos un objeto necesario de visión en tanto ellos son meros objetos posibles de la voluntad Divina. Consecuentemente, los benditos tienen un conocimiento distinto de cosas individuales posibles sólo en tanto Dios desea entregar ese conocimiento. Por ende, si Dios lo deseara, un alma bendita podría ver la Esencia Divina sin ver en Ella la posibilidad de ninguna creatura individual en particular. Pero, de hecho, siempre hay conexión entre la visión beatífica y un conocimiento de varias cosas externas a Dios, tanto de lo posible, como de lo actual. Todas estas cosas, consideradas colectivamente, constituyen el objeto secundario de la visión beatífica.
El alma bendita ve estos objetos secundarios en Dios ya sea directamente (formaliter) o en tanto Dios es su causa (causaliter). Ve en Dios directamente lo que sea que la visión beatífica desvele a su contemplación sin la ayuda de ninguna imagen mental (species impressa). En Dios, así en su causa, el alma ve todas aquellas cosas las cuales percibe con la ayuda de una imagen mental creada, un modo de percepción otorgada por Dios como un complemento natural de la visión beatífica. El número de objetos vistos directamente en Dios no puede ser aumentado a no ser que la misma visión beatífica sea intensificada; pero el número de cosas vistas en Dios como su causa, pueden ser mayor o menor, o puede variar sin ningún cambio correspondiente en la visión misma.
El objeto secundario de la visión beatífica abarca todo aquello que el bendito pueda tener un interés razonable en conocer. Incluye, en primer lugar, todos los misterios que el alma creía mientras vivía en este mundo Más aún, los benditos se ven entre sí y se regocijan en la compañía de aquellos que la muerte los separó. La veneración otorgada a ellos en esta vida y las oraciones dirigidas a ellos son conocidas también por los benditos. Todo lo que hemos dicho hasta ahora sobre el objeto secundario de la visión beatífica es una enseñanza común y confiable de los teólogos.

Parece clara la idea de que en el Cielo, la visión beatífica no supone únicamente la contemplación de Dios, si no de todo aquello que Él desea y le rodea; incluído aquí todo aquello que ha ayudado a encontrarle y a seguirle en el camino "terreno".
Es reseñable -y no me aguanto a decirlo- que incida en que "la visión abarca todo aquello que el bendito pueda tener un interés razonable en conocer"... ¿y qué será lo que puede tener interés estando en el Cielo? ¡Que cada cual lo reflexione!

domingo, 5 de junio de 2011

Oración para esposos


Señor: haz de nuestro hogar un sitio de tu amor.
Que no haya injuria porque Tú nos das comprensión.
Que no haya amargura porque Tú nos bendices.
Que no haya egoísmo porque Tú nos alientas.
Que no haya rencor porque Tú nos das el perdón.
Que no haya abandono porque Tú estás con nosotros.
Que sepamos marchar hacia Ti en nuestro diario vivir.
Que cada mañana amanezca un día más de entrega y sacrificio.
Que cada noche nos encuentre con más amor de esposos.
Haz, Señor, de nuestras vidas que quisiste unir
una página llena de Ti.
Haz, Señor, de nuestros hijos, lo que Tú anhelas:
ayúdanos a educarles y orientarles por el camino.
Que nos esforcemos en el consuelo mutuo.
Que hagamos del amor un motivo para amarte más.
Que demos lo mejor de nosotros para ser felices en el hogar.
Que cuando amanezca el gran día de ir a tu encuentro
nos concedas el hallarnos unidos para siempre en Ti.
Amén.

lunes, 18 de abril de 2011

La profesión suprema en la Tierra



Se necesitan MUJERES Y HOMBRES que difundan este mensaje tan marginado. Parece que el tema de la maternidad es tabú o reservado para otras especies.

No se trata de tener 10 hijos (o 20), como dicen estas mujeres se trata de estar abiertos a la vida con responsabilidad.

Pero para tomar decisiones con responsabilidad hace falta conocer y formarse (sin el in).


La situación lo requiere.

Según datos del Barómetro de la Familia de septiembre del año pasado en poco más de dos décadas la edad de la maternidad se ha retrasado en términos de media un año y medio, pasando de los 27,6 a los 29,10 años de edad. En España, las mujeres retrasan la maternidad más que en Europa. La media de edad de las mujeres que tienen su primer hijo era de 30,8 años en 2006 mientras que en la Unión Europea era de 29,1.

Además, España está lejos de la tasa europea de fecundidad de reemplazo. Esto significa que, si no hay flujos migratorios y si las tasas de mortalidad no cambian, para el mantenimiento de la población sería necesaria una tasa de fecundidad de 2,1 hijos. En 2008 en España estaba en 1,46. ¿Por qué preocuparse?

El Barómetro de la Familia advierte que "este dato es muy preocupante porque un crecimiento económico sostenido y una estabilidad social requieren inversión en capital humano". La sostenibilidad de los estados del bienestar requiere un reemplazo generacional o una incorporación masiva de mujeres a la población activa. Si no se respeta el derecho de las mujeres a la maternidad, renunciarán a ella.

Por otro lado, la maternidad de mujeres no casadas se ha incrementado considerablemente en nuestro país, pasando del 16,3% de 1999 al 28,38% de 2006, aunque todavía estamos lejos de lo que sucede en otros países de la UE, donde se ha llegado al 50%. Este aumento de las familias monoparentales, según los responsables del Barómetro de la Familia, tiene consecuencias negativas ya que presentan unas tasas de riesgo de pobreza mucho más elevadas. Además la pérdida del matrimonio supone la pérdida del productor primario de capital social a través de la descendencia y de su educación, y hace más difícil la estabilidad, el buen desarrollo y el equilibrio de la sociedad.


La investigación concluye con un conjunto de propuestas en las que afirma que resulta imprescindible la puesta en marcha de medidas que ayuden a un reconocimiento del valor social y económico de la maternidad, que permita a las familias, libremente, elegir el número de hijos que desen, ya que tratándose de una decisión estrictamente privada, tiene consuecuencias sociales públicas de gran calado.

(Datos recogidos de ReL)

martes, 25 de enero de 2011

Dios presente en la vida diaria del matrimonio


Dice Ksawery Knotz con mucha razón:


La vida cristiana de los cónyuges no se limita solamente a la oración, a la conversación sobre Dios, a la participación de la liturgia del domingo. Jesucristo no sólo acude al matrimonio cuando los esposos hablan de Él o rezan juntos, sino también cuando conversan sobre todas las cuestiones de su vida en común, incluso cuando riñen. [...]

Tomar en serio el hecho de que Dios está presente en la unión matrimonial significa que Jesucristo puede acudir a los cónyuges incluso cuando la mujer está preparando un café a su cansado marido. [...] Gracias a una sencilla manera de demostrar el amor, la mujer se convierte en santa, en cercana a Dios. De la misma forma el marido, al ver el cansancio de su esposa, saca la basura; el hecho de realizar esta prosaica obligación doméstica, pero que constituye una expresión de amor hacia su mujer, le santifica.

Jesucristo acude a los cónyuges también cuando se abrazan con cariño, cuando se besan, se acarician y mantienen relaciones sexuales. De esta manera sus cuerpos estimulados participan en el misterio de amor de Dios escondido en los cuerpos humanos. Mientras se obsequian con el placer, Dios está presente entre ellos con el poder otorgado por el sacramento del matrimonio que santifica su relación íntima.

" El matrimonio cristiano, como todos los sacramentos [...] es en sí mismo
un acto litúrgico de glorificación de Dios en Jesucristo y en la Iglesia.
Celebrándolo, los cónyuges cristianos profesan su gratitud a Dios por el bien
sublime, que se les da, de poder revivir en su existencia conyugal y familiar el
amor mismo de Dios por los hombre y del Señor Jesús por la Iglesia, su esposa"
(Familiaris consortio).

[...] Si las personas poseen la vocación de santificarse a través de su matrimonio, eso significa que, para lograr la santidad, es necesario "todo lo que permite expresar, fortalecer y profundizar la unión de los cónyuges. Lo será también la manera de compartir las tareas domésticas diarias, así como la manera de vivir la dimensión erótica del amor; también la pérdida de tiempo en común a la hora de tomar una taza de té en casa y al rezar juntos".

domingo, 16 de enero de 2011

Cuando pensabas que no te veía


Cuando pensabas que no te veía, te ví pegar mi primer dibujo al refrigerador, e inmediatamente quise pintar otro.

Cuando pensabas que no te veía, te vi arreglar y disponer de todo en nuestra casa para que fuese agradable vivir, pendiente de detalles, y entendí que las pequeñas cosas son las cosas especiales de la vida.

Cuando pensabas que no te veía, te escuché pedirle a Dios y supe que existía un Dios al que le podría yo hablar y en quien confiar.

Cuando pensabas que no te veía, te vi preocuparte por tus amigos sanos y enfermos y aprendí que todos debemos ayudarnos y cuidarnos unos a otros.

Cuando pensabas que no te veía, te vi dar tu tiempo y dinero para ayudar a personas que no tienen nada y aprendí que aquellos que tienen algo deben compartirlo con quienes no tienen.

Cuando pensabas que no te veía, te sentí darme un beso por la noche y me sentí amado y seguro.

Cuando pensabas que no te veía, te vi atender la casa y a todos los que vivimos en ella y aprendí a cuidar lo que se nos da.

Cuando pensabas que no te veía, vi como cumplías con tus responsabilidades aún cuando no te sentías bien, y aprendí que debo ser responsable cuando crezca.

Cuando pensabas que no te veía, ví lágrimas en tus ojos y aprendí que algunas veces las cosas duelen, y que está bien llorar.

Cuando pensabas que no te veía, ví que te importaba y quise ser todo lo que puedo llegar a ser.

Cuando pensabas que no te veía, aprendí casi todas las lecciones de la vida que necesito saber para ser una persona buena y productiva cuando crezca.

Cuando pensabas que no te veía, te ví y quise decir: ¡Gracias por todas las cosas que ví, cuando pensabas que no te veía!


"NO TE PREOCUPES PORQUE TUS HIJOS NO TE ESCUCHAN...TE OBSERVAN TODO EL DIA".

Madre Teresa de Calcuta

miércoles, 12 de enero de 2011

Los novísimos


Dice Benedicto XVI en el libro Luz del Mundo (y no le falta nada de razón) preguntado sobre "el silencio que reina en el anuncio sobre los temas escatológicos que son de índole existencial e incumben a todo el mundo" que:


" Ésa es una cuestión muy seria. Nuestra predicación, nuestro
anuncio está orientado realmente de forma unilateral hacia la plasmación de un mundo mejor, mientras que el mundo realmente mejor casi no se menciona ya
. Aquí tenemos que hacer un examen de conciencia. Por supuesto, se
intenta salir al encuentro de los oyentes, decirles aquello que se halla dentro
de su horizonte. Pero nuestra tarea es al mismo tiempo abrir ese horizonte,
ampliarlo y mirar hacia lo último."
Por eso aunque se publicara hace más de 15 años, no está de menos -dada la escasez quizás para encontrar sobre el tema que nos ocupa- recordar el documento de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Española titulado: Esperamos la Resurreción y la Vida Eterna del 26 de Noviembre de 1995.
Como siempre, citamos literalmente. En este caso los puntos 12 y 13 titulados: En el cielo "estaremos siempre con el Señor" (1 Tes 4, 17). La negrita -como es habitual- reseña los puntos más incisivos.
12. La vida humana tiene, pues, un hacia dónde, un destino que no se identifica
con la oscuridad de la muerte. Hay una patria futura para todos
nosotros, la casa del Padre, a la que llamamos cielo.
La inmensidad de
los cielos estrellados que observamos "allá arriba", desde la tierra, puede
sugerir, a modo de imagen, la inmensa felicidad que supone para el ser humano su
encuentro definitivo y pleno con Dios. Este encuentro es el cielo del que nos
habla la Sagrada Escritura con parábolas y símbolos como los de la fiesta de las
bodas, la luz y la vida.

"Lo que ojo no vio, ni oido oyó, ni mente humana concibió" es "lo que Dios preparó para los que le aman" (1 Cor 2, 9). No podemos, por eso, pretender una descripción del cielo. Pero nos basta con saber que es el estado de completa comunión con el Amor mismo, el Dios trino y creador, con todos los miembros del cuerpo de Cristo, nuestros hermanos (singularmente con nuestros seres queridos), y con toda la creación glorificada. De esa comunión goza
plenamente ya quien muere en amistad con Dios
, aunque a la espera
misteriosa del "último día" (Jn 6, 40), cuando el Señor "venga con gloria" y,
junto con la resurrección de la carne, acontezca la transformación gloriosa de
toda la creación en el Reino de Dios consumado (cf. Rom 8, 19-23; 1 Cor 15, 23;
Tit 2,13; LG 48-51).

13. Conviene no olvidar que la vida nueva y eterna no es, en rigor, simplemente otra vida; es también esta vida en el mundo. Quien se abre por la fe y el amor a la vida del Espíritu de Cristo, está compartiendo ya ahora, aunque de forma todavía imperfecta, la vida del Resucitado: "Esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo" (Jn 17, 3). El Papa Juan Pablo II, al proponer en su carta encíclica Evangelium vitae la integridad del gozoso mensaje de la fe sobre la vida humana, recuerda que ésta encuentra su "pleno significado" en "aquella vida `nueva' y `eterna', que consiste en la comunión
con el Padre" (EV 1). "La vida que Dios da al hombre es mucho más que un existir
en el tiempo" (EV 34). "La vida que Jesús promete y da" es eterna "porque es
participación plena de la vida del Eterno" (EV 37). Al mismo tiempo, el Papa no
deja de señalar que la vida eterna, siendo "la vida misma de Dios y a la
vez la vida de los hijos de Dios"
(EV 38), "no se refiere sólo
a una perspectiva supratemporal", pues el ser humano "ya desde ahora se abre a la vida eterna por la participación en la vida divina"
(EV 37). Todo esto tiene inevitables consecuencias para la relación entre escatología y ética,
entre vida en plenitud y vida en el bien, relación sobre la que hablaremos más
adelante.