miércoles, 17 de diciembre de 2008

Por cada 4 matrimonios se rompen 3

(2/09/08) “La ruptura familiar está creciendo alarmantemente sin que las administraciones públicas aborden el problema”, señala Eduardo Hertfelder, presidente del Instituto de Política Familiar (IPF). La ruptura familiar ya ha alcanzado niveles muy preocupantes a nivel nacional con una tasa de Ruptura/Nupcialidad de 0,69. Es decir, por cada 4 matrimonios que se realizan se rompen 3. España es ya junto a Bélgica es país de la UE 27 con mayor tasa de ruptura/nupcialidad. Sin embargo, la situación se agrava en algunas CCAA como Canarias, Cataluña, Baleares, Madrid y Asturias.
La Comunidad de Canarias ha roto el techo y ya se rompen más matrimonios al año de los que se producen. En efecto, la comunidad de Canarias ha alcanzado en el 2007 una tasa de Ruptura/Nupcialidad de 1,18, lo que significa que por cada 4 matrimonios que se producen se rompen casi 5.
No es una situación aislada. Cataluña (tasa de 0,85), Baleares (tasa de 0,85) y Madrid (tasa de 0,83) le siguen a la Canarias, de manera que en estas Comunidades en el 2007, por cada 10 matrimonios que se produjeron se rompieron casi 9.
Por el contrario son las comunidades de Castilla León (tasa de 0,45), Extremadura (0,45) y Castilla la Mancha (0,46), y en las que por cada 10 matrimonios que se producen se rompen casi 5, las que menor tasa de Ruptura/Nupcialidad arrojan. En estas comunidades por cada 2 matrimonios que se producen se rompe 1.

sábado, 18 de octubre de 2008

El plan original de Dios

Traigo a este foro una parte de la Homilía de S.S. Juan Pablo II en la Misa celebrada en la catedral de San Sebastián (Río de Janeiro) el 4 de Octubre de 1997, titulado: «Se celebró una boda en Caná de Galilea» (Jn 2, 1).
Creo que todos debemos hacer una reflexión sobre lo que significa la unión conyugal y la repercusión que tiene en el sacramento. Esta unidad está íntimamente relacionada con la santidad conyugal y por lo tanto con nuestra redención. Si esto es así: ¿que sentido adquirirá nuestra vida si una vez alcanzada la verdadera comunión con Cristo la dividimos?
El Papa es esta ocasión decía:

Como leemos en el libro del Génesis, el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer para formar con ella, en cierto sentido, un solo cuerpo (cf. Gn 2, 24). Cristo repetirá estas palabras del AT hablando a los fariseos, que le hacían preguntas relacionadas con la indisolubilidad del matrimonio. [...]

Así pues, en la base de todo el orden social se encuentra este principio de unidad e indisolubilidad del matrimonio, principio sobre el que se funda la institución de la familia y toda la vida familiar. Ese principio recibe confirmación y nueva fuerza en la elevación del matrimonio a la dignidad de sacramento.

Y ¡qué grande es esa dignidad, amadísimos hermanos y hermanas! Se trata de la participación en la vida de Dios, o sea, de la gracia santificante y de las innumerables gracias que corresponden a la vocación al matrimonio, a ser padres y a la vida familiar. [...] El matrimonio —el ser padres, la maternidad, la paternidad, la familia—pertenece al orden de la naturaleza, desde que Dios creó al hombre y a la mujer; y mediante la acción de Cristo, es elevado al orden sobrenatural. El sacramento del matrimonio se transforma en el modo de participar de la vida de Dios. El hombre y la mujer que creen en Cristo, que se unen como esposos, pueden, por su parte, confesar: nuestros cuerpos están redimidos, nuestra unión conyugal está redimida. Están redimidos el ser padres, la maternidad, la paternidad y todo lo que conlleva el sello de la santidad.

Esta verdad aparece en toda su claridad cuando se lee, por ejemplo, la vida de los padres de santa Teresa del Niño Jesús; y este es sólo uno de los innumerables ejemplos. Muchos son, en efecto, los frutos de la institución sacramental del matrimonio.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Matrimonio santo

Los padres de santa Teresita del Niño Jesús, Louis y Zélie Martin, serán beatificados en Lisieux, el 19 de octubre de 2008, durante el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND).
La noticia fue anunciada oficialmente por el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal José Saraiva Martins, el sábado 12 de julio, en Alençon (Francia).
Los padres de santa Teresita de Lisieux se casaron en la iglesia de Nuestra Señora de Alençon, hace 150 años, el 13 de julio 1858, a medianoche, motivo por el cual el purpurado portugués ha viajado a Alençon y Lisieux el 12 y el 13 de julio.
El anuncio del cardenal Saraiva Martins tuvo lugar al final de su conferencia sobre la santidad de los esposos Martin, en Alençon, ante varios centenares de personas, así como en la celebración eucarística que presidió en la iglesia de Nuestra Señora, concelebrando con varios obispos.
Los cuerpos de Louis (1823-1894) y Zélie (1831-1877) Martin, proclamados venerables por Juan Pablo II en 1994, fueron exhumados de su tumba, situada al pie de la basílica de Lisieux, el lunes 26 de mayo, con el objetivo de ser trasladados a la basílica en septiembre.
El niño italiano que debe su curación a la oración de intercesión de los esposos Martin, Pietro, que hoy tiene seis años, estuvo presente en la ceremonia privada.
En Verona (Italia), se ha creado el relicario en el que descansarán los restos de los futuros beatos.
Benedicto XVI firmó el 3 de julio el decreto de reconocimiento de un milagro atribuido a la intercesión de los padres de santa Teresa de Lisieux.
Este reconocimiento abre el camino a su beatificación, juntos, como fue el caso, por primera vez en la historia, de los esposos Luigi Beltrame Quattrocchi y Maria Corsini, beatificados por Juan Pablo II el 21 de octubre de 2001. Era también una Jornada Mundial de las Misiones.
Pietro Schiliro, el niño que ha experimentado el milagro, procede de Monza, ciudad cercana a Milán. Nacido con una malformación de los pulmones, los médicos habían dicho que no podría sobrevivir.
Un carmelita, el padre Antonio Sangalli, sugirió entonces a los padres que hicieran una novena a los padres de santa Teresita, que perdieron a cuatro niños en tierna edad, para obtener la fuerza de afrontar este sufrimiento.
Pero la mamá declaró que haría la novena (en realidad hizo dos) para pedir la curación de su hijo.
Pietro, hoy es un niño en plena forma, que pudo venir a Lisieux con sus padres para dar las gracias a Louis y Zélie Martin.
Santa Teresita del Niño Jesús, copatrona mundial de las misiones, también fue proclamada doctora de la Iglesia por Juan Pablo II en una Jornada Mundial de las Misiones, el 19 de octubre de 1997.

domingo, 10 de agosto de 2008

El Matrimonio continúa en el Cielo

Para iniciar este blog, presentamos un comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap. --predicador de la Casa Pontificia-- a la liturgia del domingo XXXII del tiempo ordinario [C] (2 Macabeos 7, 1-2.9-14; 2 Tesalonicenses 2,16-3,5; Lucas 20, 27-38) publicado por Zenit.
Es bastante claro y da pie a comentar algo que en pocos sitios se lee o se divulga: ¿que pasa con los esposos en el Cielo?, pues eso: "con la muerte la vida no termina, se transforma"
Dios no es Dios de muertos (10/11/07)

En respuesta a la pregunta capciosa de los saduceos sobre el destino de la mujer que ha tenido siete maridos en la tierra, Jesús reafirma sobre todo el hecho de la resurrección, corrigiendo, a la vez, la representación materialista y caricaturesca que se hacen de ella los saduceos. La bienaventuranza eterna no es sencillamente una potenciación y prolongación de las alegrías terrenas, con disfrutes de la carne y de la mesa a placer. La otra vida es de verdad otra vida, una vida de calidad diferente. Es, sí, el cumplimiento de todas las esperanzas que el hombre tiene sobre la tierra -e infinitamente más--, pero en un plano distinto. «Los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles».
En la parte final del Evangelio, Jesús explica el motivo por el que debe haber vida después de la muerte. «Que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor "el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob". No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven». ¿Dónde está en ello la prueba de que los muertos resucitan? Si Dios se define «el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob» y es un Dios de vivos, no de muertos, entonces quiere decir que Abraham, Isaac y Jacob viven en algún lugar, si bien, en el momento en que Dios habla a Moisés, aquellos están muertos desde hace siglos.
Interpretando de manera errada la respuesta que Jesús da a los saduceos, algunos han sostenido que el matrimonio carece de toda continuidad en el cielo. Pero con esa frase Jesús rechaza la idea caricaturesca que los saduceos presentan del más allá, como si fuera una sencilla continuación de las relaciones terrenas entre los cónyuges; no excluye que estos puedan reencontrar, en Dios, el vínculo que les ha unido en la tierra.
¿Es posible que dos esposos, tras una vida que les ha asociado a Dios en el milagro de la creación, en la vida eterna, ya no tengan nada en común, como si todo estuviera olvidado, perdido? ¿No estaría esto en contradicción con la palabra de Cristo de que no se debe dividir lo que Dios ha unido? Si Dios les ha unido en la tierra, ¿cómo podría separarles en el cielo? ¿Toda una vida juntos puede acabar en la nada sin que se desmienta el sentido mismo de la vida aquí abajo, que es el de preparar la venida del Reino, los cielos nuevos y la tierra nueva?
Es la Escritura misma -no sólo el natural deseo de los esposos- la que apoya esta esperanza. El matrimonio, dice la Escritura, es «un gran sacramento» porque simboliza la unión entre Cristo y la Iglesia (Ef 5, 32).¿Es posible, entonces, que desaparezca precisamente en la Jerusalén celeste, donde se celebra el eterno banquete nupcial entre Cristo y la Iglesia, del que aquel es imagen?
Según esta visión, el matrimonio no acaba del todo con la muerte, sino que se transfigura, se espiritualiza, se sustrae a todos los límites que marcan la vida en la tierra, igual que, por lo demás, no se olvidan los vínculos existentes entre padres e hijos, o entre amigos. En el prefacio de la Misa de difuntos la liturgia dice que con la muerte «la vida no termina, se transforma»; lo mismo se debe decir del matrimonio, que es parte integrante de la vida.
Pero ¿qué decir a quienes han tenido un experiencia negativa, de incomprensión y de sufrimiento, en el matrimonio terreno? ¿No es para ellos motivo de miedo, más que de consuelo, la idea de que el vínculo no se rompa ni con la muerte? No, porque en el paso desde el tiempo a la eternidad el bien permanece, el mal cae. El amor que les unió, tal vez por breve tiempo, persiste; no los defectos, las incomprensiones, los sufrimientos que se han causado recíprocamente. Muchísimos cónyuges experimentarán sólo cuando se reúnan «en Dios» el amor verdadero entre sí y, con él, el gozo y la plenitud de la unión que no disfrutaron en la tierra. Es también la conclusión de Goethe sobre el amor entre Fausto y Margarita: «Sólo en el cielo lo inalcanzable (o sea, la unión plena y pacífica entre dos criaturas que se aman) será realidad». En Dios todo se entenderá, todo se excusará, todo se perdonará.
¿Y qué decir de quienes estuvieron legítimamente casados con varias personas, como los viudos y las viudas que volvieron a contraer matrimonio? (Fue el caso presentado a Jesús de los siete hermanos que habían tenido, sucesivamente, como esposa a la misma mujer). También para ellos debemos repetir lo mismo: aquello que hubo de auténtico amor y donación con cada uno de los esposos o de las esposas, siendo objetivamente un «bien» y viniendo de Dios, no será suprimido. Allá arriba no habrá rivalidades en el amor o celos. Estas cosas no pertenecen al amor verdadero, sino al límite intrínseco de la criatura. [Traducción del original italiano realizada por Zenit]