sábado, 18 de octubre de 2008

El plan original de Dios

Traigo a este foro una parte de la Homilía de S.S. Juan Pablo II en la Misa celebrada en la catedral de San Sebastián (Río de Janeiro) el 4 de Octubre de 1997, titulado: «Se celebró una boda en Caná de Galilea» (Jn 2, 1).
Creo que todos debemos hacer una reflexión sobre lo que significa la unión conyugal y la repercusión que tiene en el sacramento. Esta unidad está íntimamente relacionada con la santidad conyugal y por lo tanto con nuestra redención. Si esto es así: ¿que sentido adquirirá nuestra vida si una vez alcanzada la verdadera comunión con Cristo la dividimos?
El Papa es esta ocasión decía:

Como leemos en el libro del Génesis, el hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer para formar con ella, en cierto sentido, un solo cuerpo (cf. Gn 2, 24). Cristo repetirá estas palabras del AT hablando a los fariseos, que le hacían preguntas relacionadas con la indisolubilidad del matrimonio. [...]

Así pues, en la base de todo el orden social se encuentra este principio de unidad e indisolubilidad del matrimonio, principio sobre el que se funda la institución de la familia y toda la vida familiar. Ese principio recibe confirmación y nueva fuerza en la elevación del matrimonio a la dignidad de sacramento.

Y ¡qué grande es esa dignidad, amadísimos hermanos y hermanas! Se trata de la participación en la vida de Dios, o sea, de la gracia santificante y de las innumerables gracias que corresponden a la vocación al matrimonio, a ser padres y a la vida familiar. [...] El matrimonio —el ser padres, la maternidad, la paternidad, la familia—pertenece al orden de la naturaleza, desde que Dios creó al hombre y a la mujer; y mediante la acción de Cristo, es elevado al orden sobrenatural. El sacramento del matrimonio se transforma en el modo de participar de la vida de Dios. El hombre y la mujer que creen en Cristo, que se unen como esposos, pueden, por su parte, confesar: nuestros cuerpos están redimidos, nuestra unión conyugal está redimida. Están redimidos el ser padres, la maternidad, la paternidad y todo lo que conlleva el sello de la santidad.

Esta verdad aparece en toda su claridad cuando se lee, por ejemplo, la vida de los padres de santa Teresa del Niño Jesús; y este es sólo uno de los innumerables ejemplos. Muchos son, en efecto, los frutos de la institución sacramental del matrimonio.