domingo, 24 de octubre de 2010

Resurrección de la carne


Desde Familia en construcción; (en el apartado Familia y Eucaristía: libro blog); se expone un razonamiento que no quiero dejar pasar y deseo resaltar.
No es la primera vez que digo que de estos temas no se habla (o se habla muy poquito) en la Iglesia, por eso, ya que en este caso si se habla, y bien claro, me limito a transcribir una serie de ideas del apartado 14: La resurreción de la carne.

Sin repasarlo, me parece que haber oído esto antes... (he resaltado en negrita lo más revelador para el caso que nos ocupa, aunque el razonamiento de lo demás es necesario)

Según parece, la fórmula "resurrección de la carne" aparece por primera vez en el Símbolo romano antiguo para evitar la interpretación gnóstica de la resurrección.[...]
Por tanto, de ninguna manera queremos alejarnos de la Tradición al señalar la espiritualización de la carne. De hecho, si no hemos hecho otra cosa que hablar de ella es debido a que la adoptamos precisamente como palabra clave de la Historia de la Salvación. Por eso nos parece preocupante que en la actualidad se tienda a sustituir la fórmula "resurrección de la carne" por otra que no tiene fundamento en la tradición -la resurrección de los muertos-. Esta tendencia habría llegado a tener su influjo en la traducción al castellano y al alemán del Símbolo Apostólico, que tuvo lugar después del Concilio Vaticano II. La Congregación de la Doctrina de la Fe se dirigió a la Congregación para el Culto Divino comunicando que en "las traducciones futuras, que se presenten a la aprobación eclesiástica, se deberá mantener la traducción exacta original".

Pero hay un motivo ulterior por el que nos parece importantísimo rechazar la expresión "resurrección de los muertos". Tal fórmula no sólo no tiene asiento en la tradición sino que además supone adoptar un planteamiento antropológico de signo individualista y espiritualizante. El empleo de la expresión "resurrección de la carne", en cambio, supone que:

1.- Resucitará "esta carne", el mismo cuerpo que somos aquí en la tierra, aunque transformado.
2.- Resucitarán las personas también en sus relaciones de comunión con los demás, especialmente con los que están unidos por lazos de parentesco familiar o espiritual.

La diferencia es notable. Las personas resucitadas no son "almas en pena", sino miembros de un Cuerpo, el de Cristo, que conservan su identidad personal en un sentido pleno. No sólo no se pierden o funden en un todo que las aniquila, sino que siguen siendo ellos mismos y se reconocen en las personas a las que quieren. ¿Qué cielo sería el Cielo si en él no pudieramos encontrar a los miembros de nuestras familias? La resurrección de la carne es la de la familia. Es por tanto, el triunfo del amor.

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