miércoles, 2 de junio de 2010

Marcos 12, 18-27


A propósito del Evangelio de la misa de hoy, no puedo por menos de hacer un comentario a propósito. Esta vez traigo a colación las Catequesis de Juan Pablo II sobre el Matrimonio que impartió en las audiencias de los miércoles del año 81 y que están encuadradas en las Catequesis sobre la Teología del Cuerpo que impartió durante muchos meses consecutivos en esos años.

A la lectura (densa, por lo que recomiendo la lectura pausada) de estas catequesis que reflexionan sobre el Evangelio de hoy, puede parecer que se niega la mayor en cuanto al tema de discusión del blog, pero quiero resaltar los tres últimos puntos (4, 5 y 6) de la última catequesis sobre La comunión escatológica del hombre con Dios (16.XII.81).

En ellos matiza el razonamiento simple (me permito calificarlo de esa manera) de que en el Cielo únicamente estaremos "absortos" y "cerrados" a la visión de Dios "cara a cara" y que lo demás no tendrá cabida ni tendría sentido.

Cito:

Esta concentración del conocimiento ('visión') y del amor en Dios mismo
concentración que no puede ser sino la plena participación en la vida íntima de
Dios, esto es, en la misma realidad trinitaria será, al mismo tiempo, el
descubrimiento en Dios de todo el 'mundo' de las relaciones constitutivas de su orden perenne ('cosmos').
Esta concentración será, sobre todo, del descubrimiento de sí por parte del hombre, no sólo en la profundidad de la propia persona, sino también en la unión que es propia del mundo de las personas en su constitución psicosomática. Ciertamente, ésta es una unión de Comunión. La concentración del conocimiento y del amor sobre Dios mismo en la comunión trinitaria de las personas puede encontrar una respuesta beatificante en los que llevarán a ser partícipes del 'otro mundo' únicamente a través de la realización de la comunión reciproca proporcionada a personas creadas. Y por esto profesamos la fe en la 'comunión de los santos' (communio sanctorum), y la profesamos en conexión orgánica con la fe en la 'resurrección de los muertos'. Las palabras con las que Cristo afirma que en el 'otro mundo... no tomarán mujer ni marido', constituyen la base de estos contenidos de nuestra fe y al mismo tiempo requieren una adecuada interpretación precisamente a la luz de la fe.
Y el broche no tiene desperdicio:

Es claro que aquí se trata no tanto del 'cuerpo' en abstracto, sino del hombre, que es, a la vez, espiritual y corpóreo. Prosiguiendo en las dos direcciones indicadas por la palabra de Cristo y volviendo a la consideración de la experiencia del cuerpo en la dimensión de nuestra existencia terrena (por lo tanto, en la dimensión histórica), podemos hacer una cierta reconstrucción teológica de lo que habría podido ser la experiencia del cuerpo según el 'principio' revelado del hombre, y también de lo que él será en la dimensión del 'otro mundo'.
A buen entendedor, pocas palabras... y Fe, mucha Fe.

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